Enojo Justo
by Paulist Fr. Rich Andre
March 6, 2018

Leer y escuchar en inglés/Read and listen in English

Llevo el morado hoy porque estamos en la estación de Cuaresma. En inglés, no usamos las palabras “cuarenta días” para describir la estación. Usamos una palabra alemánica que significa “primavera.”

Hoy, nuestras lecciones hablan de envidia y cólera. ¡Sorprendentemente, es Dios el Padre y Jesús quienes expresan estas emociones!

Pues hoy, afrontamos una pregunta interesante: si Dios describe a si mismo como celoso y  castigador, y si Jesús se pone tan enojado que tira cosas, ¿está bien si nosotros nos pusiéramos celosos o enojados? 


Durante la estación de Cuaresma, los Católicos suelen renunciar ciertos lujos – por ejemplo comer el chocolate – o se encargan de ciertas actividades extras – como hacer de voluntario en un comedor de los pobres. Al principio de Cuaresma este año, intenté encargarme de varias áreas. Pero según comenzó la Cuaresma,  me dio cuenta de que Dios me estaba llamando a trabajar una parte de mí mismo más adentro: mi crítico interno. Muchas veces, mi crítico interno es la primera y la más ruidosa parte de mí mismo en reaccionar frente a cualquier situación. Él encuentra un defecto con todo lo que hago. 

Por los primeros once días de la Cuaresma, por la gracia de Dios, tuve éxito en prevenir que mi crítico me controlara. Cuando me desperté, yo tomaría unos minutos extras para oración, y, de alguna manera, yo podía concentrarme consistentemente en un espíritu de acción de gracias. En cuanto se despertó mi crítico, él empezaría a quejarse como siempre sobre todo lo que hice mal en los últimos veinticuatro horas. Pero podía mantener mi concentración. El Espíritu Santo y yo escucharíamos con calma al crítico, y luego le enseñaríamos suavemente cuán irracional estaba siendo. ¡Fue maravilloso! Mi meta durante esta Cuaresma es darme a mí mismo la misma compasión que Dios me da a mí.

Compasión. Es una rara idea considerar en un día cuando oímos de Jesús poniéndose enojado. ¿Realmente actuó así Jesús?  Sí.  Los cristianos antiguos no hubieran inventado una historia así.  Esta historia es tan inconsistente con nuestra imagen de Jesús que DEBE ser parte de lo que verdaderamente hizo Jesús. 

¿Qué debemos pensar del hecho de que Jesús se puso enojado? La cólera en sí no es pecado. Es una emoción. Emociones son dones de Dios. Si Dios no quisiera que nosotros tengamos ciertas emociones – incluso las que da miedo, como la cólera, la ansiedad, el entusiasmo, la envidia, el miedo, la soledad, y la tristeza – Dios no nos habría hecho capaces de sentirlas. Para crecer en santidad, necesitamos aprender a reconocer nuestras emociones. Somos tantos quienes hemos pasado el curso de la vida intentando ignorar nuestras emociones, y por eso puede ser difícil reconocerlas.

Sin embargo, cuando sentimos enojados– o ansiosos, entusiasmados, envidiosos, miedosos, solos, o tristes– tenemos que buscar vías saludables para dirigir nuestra cólera.  Necesitamos hacer una elección: ¿vamos a soltar nuestra cólera, o vamos a hacer algo al respeto?  Muchos de nosotros afirmamos que estamos soltando nuestra cólera cuando tenemos cada intención de encarcelarla. Hay una palabra para esto: resentimiento. Resentimiento es como tragar veneno esperando a que otra persona se muera. ¡No funciona!

Si no podemos despedir nuestra cólera, debemos escoger maneras saludables para poder reaccionar. A veces es sencillo. No más necesitamos esperar hasta que estemos calmados. Luego, pedimos al Espíritu Santo que nos guiemos mientras hablamos con la persona con la cual estamos enojados. A veces es más complicado. Si la situación que nos da la cólera no cambia, la mejor solución puede ser removernos de la situación. 

A primera vista, la cólera de Jesús no parece especialmente saludable ni santa. ¿Pero notaste que Jesús no destruyó nada en su furor?  Él derrame las monedas y derrumba las mesas pero los cambistas de dinero probablemente sólo pierden unos minutos arreglando las cosas. Él manda fuera las ovejas y los bueyes, pero rápidamente los comerciantes pueden acorralarlos. Sin embargo Juan nota que Jesús no libró las palomas de sus jaulas.  Recapturar los pájaros hubiera tomado un esfuerzo considerable, y los comerciantes hubieran perdido mucho dinero. 

Bueno, ¿qué adquirimos de todo esto?  Juan es el primero que señala que “[Jesús] sabía lo que hay en el hombre.” Cuando estamos enojados– o ansiosos, o entusiasmados, o envidiosos, o miedosos, o solos, o tristes– eso no nos separe de Dios. Jesucristo sintió estas mismas emociones, por eso nosotros no debemos de ignorarlas. Y como Jesús – y como otros santos innumerables que vinieron después de él – podemos dirigir estas emociones en maneras que no causan daño.

Se me acabó la suerte el duodécimo día de la Cuaresma. Se despertó primero mi crítico interno, y no fue bonito. Aun mientras rezaba, mi crítico no dejara de quejarse sobre las elecciones que hice el día anterior, forzándome despertarme extra temprano para ir a trabajar. ¡Realmente, fue el trabajo de esta misma homilía que me hice despertar tan temprano! Por fin me dio cuenta de cuán absurdo era cuando escribí esto en mi cuaderno de oraciones: “¡Ayúdeme, Dios, a no estar tan enojado con mí mismo – especialmente cuando necesito escribir esta homilía de [cómo correctamente dirigir] la cólera!” Mi cólera estaba causando daño, daño a mí mismo.

La Cuaresma es una época de acordarnos de que todos nosotros somos pecadores, pero no es el punto principal. La Cuaresma es un periodo de crecimiento.  Bueno, la pregunta para reflexión es: ¿Cómo es Dios invitándole a usted a tener más compasión con sí mismo?

¿Podemos mirar nuestros pecados en la misma manera en la cual Dios nos mira a nosotros?  El odio hacía sí mismo es un motivador terrible, y el odio hacía sí mismo definitivamente no es un don de Dios. Nuestro descontento con nuestros pecados no debe de motivarnos a odiarnos, sino vernos a través de los ojos cariñosos de Dios.